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viernes, 19 de julio de 2013

CUMPLEAÑOS FELIZ




El pasado 14 de julio, Fiesta de la Federación Francesa y conmemorativa de la toma de La Bastilla, hizo un año que llegué a Francia. Nadie dijo que esta aventura iba a ser fácil, pero nunca que pensé que sería tan difícil. Aún así seguimos manteniendo la calma.

Llegué aquí después de derramar un mar de lágrimas en Barcelona, dispuesta a pasar un verano templado y traquilo a la espera de entrar en nuestro nuevo minipiso parisino entre septiembre/octubre cuando el dueño decidió venderlo y comenzó nuestro drama. En Francia, concretamente en París, alquilar un piso es tan fácil como encontrar una aguja en un pajar, si a eso añades que los candidatos son artistas y que no tienen contrato de trabajo y por tanto nómina y que una de ellas es española y sus avales no sirven de nada, por más que seas solventes estás jodido. Durante un año lo hemos intentado de todas las maneras: agencias, amigos e inlcuso acosando a todos los contactos facebook en París y a los amigos de los amigos, contando la verdad y cuando ha hecho falta la mentira, a tenor de que pudiéramos hacer frente a un alquiler, pero por más que nos han puesto la miel en los labios en varias ocasiones, por razones ajenas a nosotros siempre, siempre todo ha terminado en fracaso. Y es que la situación es la siguiente, aquí para alquilar un piso se precisa de dossier serio y eso implica: C.D.I. (contrato de trabajo indefinido), tres últimas nóminas (que tripliquen en ingresos netos el alquiler del piso) y una persona francesa que te avale, a veces incluso dos. Careciendo de los dos primeros puntos estás practicamente vendido, a no ser que tu padre tenga más dinero que la Hilton, entonces en esta ciudad se te abren todas las puertas de la ciudad y te pasan si hace falta a la sillita de la reina por debajo del Arco del Triunfo, pero como no es el caso seguimos como cuando llegué aquí, con toda la casa a cuestas, sólo que con muchas nuevas experiencias, otro idioma en el bolsillo y muchas, muchas conclusiones.

Sin quererlo me he resignado a una vida tranquila, me he acostumbrado a vivir en pareja, he aprendido a querer y odiar el bosque por igual, me ha crecido el pelo, me he abierto en un universo cultural hasta ahora desconocido, he ampliado mi horizonte, he aprendido un idioma a base de pasar muchos momentos en sociedad tal y como si fuera un mueble de la estancia, he empezado algunos proyectos nuevos, no he parado de ir y venir y sobre todo de buscar aquí y allá, he conocido a mucha gente, he dejado de comer carne, he ido al gimnasio dos meses y medio y me he aficionado a salir de rastro todos los domingos. Por acostumbrarme, pese a no gustarme nada, me he acostumbrado incluso a pasar 10 meses de otoño al año, pero aún así sigo echando muchísimo de menos mi vida, echo de menos a mi gente, echo de menos mi casa, echo de menos el sol (aunque por fin sea verano y haga calor), echo de menos el mar, echo de menos salir de casa y ser independiente, poder ir andando a comprar, que me llamen por teléfono para quedar o simplemente que me llamen por teléfono, y aunque antes me quejaba de todo lo que no tenía a nivel laboral, ahora que no tengo 20 años y que el ansia de aventuras con el que algunos de nuestros políticos justifican nuestros movimientos, preferiría poder dejar las aventuras para un mes al año mochila a la espalda, ahora que no tengo 20 años puedo decir que mi experiencia está siendo una auténtica prueba de superacion personal en la que poder por fin valorar el "que quiero" y "el que necesito", habiendo decidido, eso sí, aguantar hasta el final. Pese a toda la nostalgia y a pese a mis no 20 años, con la que está cayendo en España, la nostalgia y la mala suerte no son motivos suficientes para volver, ya que el mundo es muy grande y aún conservo un poco del espíritu de mis años de juventud, pero si a eso le sumas que con los 1000€ que aquí nos cuestan 30m de apartamento, en Madrid podríamos tener piso y estudio, la cosa empieza a cambiar.

De todas maneras y a tenor de lo que podría concluirse de todo esto, y pese a haberlo dicho mil veces, no odio Francia ni odio París. Francia me ha dado una nueva perspectiva que nunca hubiera tenido de no venir aquí, pero por desgracia en el último momento nuestra única carta quedó supeditada la suerte y hemos demostrado que la cantidad de árboles en el bosque es inversamente proporcional al que pueblan nuestros culos, y como aquí existe una ley que impide el desahucio durante los meses de invierno, y hecha la ley hecha la trampa... como el pez que se muerde la cola un problema nos ha llevado a otro, así que lo que tengo/tenemos es mucha impotencia y un poquito de frustración. Pero con todo y con eso quiero celebrar a tono pasado, mi año en Francia y darle las gracias por todo lo bueno que aquí me ha pasado, de experiencias otra caja llena.

Aún así, en torno a nuestro futuro no hay nada decidido y seguimos aguantando el verano con la esperanza de que un soplo de aire fresco inunde nuestras vidas, mientras yo preparo mis vacaciones a Málaga. Más adelante con la llegada del otoño veremos cual de los planes que estamos tramando se cumplen y cuales de ellos no, y entonces, solamente entonces será el momento de tomar decisiones. De momento aquí seguimos, trabajando mucho y comiendo cerezas y frambuesas silvestres.

Fin.

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